EDITORIAL FIN DE AÑO. PROPUESTA RADICAL, "UN PASTORADO DE HERMANOS-DIÁCONOS AUTOSUSTENTADOS"


El gigante IEP desde hace varios años ya ha comenzado a tambalear, antes del colapso siempre hay una tensa calma en la cual la autocomplacencia reina. Esto es típico de toda institución en crisis antes del fin.

Nos alegramos de la hermandad pensante, que quiera el cambio del pasado para asegurar un mejor futuro en el cumplimento de nuestra misión. Rescatando lo bueno, pero rechazando lo malo.

Este artículo culmina un estudio de fortalezas y debilidades de la IEP realizado por varios hermanos y hermanas voluntarios y voluntarias de nuestra iglesia a través de todo el país, quienes cooperaron con su experiencia en un diagnóstico realizado desde la hermanad respecto del estado actual de la IEP.

Las debilidades detectadas de la IEP son:
1° Burocratización del clero: los pastores viven ellos y sus familias del dinero de la IEP, con lo cual son más fieles a sus patrones corporativos que a su misión como ministros.
2° Falta de vocación verdadera por el ministerio de las almas: producto de lo anterior, muchos pastores descuidan el pastorear y apacentar a su grey y dedican mayor parte de su tiempo a cuestiones meramente administrativas (pastores cuenta-monedas).
3° Falta de transparencia eclesiástica: Nace también de los dos puntos anteriores. Por entender los actuales pastores que sólo responden corporativamente, por esto a los mismos no les importa realmente ser transparentes con las hermandades que presiden. Falta de transparencia que se expresa en la administración del patrimonio de la iglesia, que al fin y al cabo, es un patrimonio aportado por la propia hermandad a la cual se le niega el conocer los estados financieros de sus propios aporte.
4° Falta de formación en las sagradas escrituras: Esta debilidad en todo caso, es producto de fallas estructurales de la iglesia que no ofrece un adecuado apoyo en la formación de la gente que ejerce el ministerio.  

Fortalezas de la IEP:
1° Hermandad fuertemente comprometida con el funcionamiento de la iglesia local: Nótese que esta en gran medida es mantenida por la propia hermanada en lo económico, pero también en lo espiritual (los guías realmente pastorean en muchas iglesias, y los grupos dirigidos por laicos son los que predican y llevan adelante la labro espiritual).
2° Producto de lo anterior espíritu de cuerpo y pertenencia altamente desarrollado hacia la IEP como corporación nacional e internacional.

La conclusión de este estudio es un propuesta radical, que hunde su fundamento en la identificación de todos los males institucionales de la IEP está dado por la forma en que hoy se concibe al pastorado, esto es, como una burocracia institucional de pastores que viven de la IEP, y que responden a sus patrones corporativos más que a sus hermanos, a quienes por mandato bíblico, se deben en última instancia tanto espiritual como temporalmente.

A los lectores rogamos que no le tengan miedo a tener una mente abierta a los cambios antes de comenzar la lectura.

En este escrito nos proponemos describir algunos de los aspectos que están sucediendo en la Iglesia y sugerir, al mismo tiempo, medios a través de los cuales la iglesia pueda buscar la reorganización radical de la labor ministerial de los pastores. Por supuesto, no recomendamos cambios esenciales en la fe de la Iglesia y menos aún sugerimos la disolución de la IEP, o la supresión de su pastorado, pero si su transformación conforme a moldes que cumplan con estándares bíblicos.

Trazaremos un cuadro de posibles, cambios sólidamente enraizados en los orígenes mismos de la Iglesia y orientado hacia las necesidades de la sociedad IEP del mañana. La aceptación de este tipo de reforma requerirá que la Iglesia viva la pobreza evangélica de Cristo y se desprenda de muchas tradiciones de hombres acumuladas a través de los años.

Pensemos primero en lo "atrayente" que es hoy el ministerio pastoral para las personas de la iglesia. Esta reflexión la hacemos sobre la base del versículo bíblico, de quien "anhela obispado, buena obra desea" (1ra Tim 3:1). Este versículo se refiere no a la gente que simplemente desea funciones ministeriales por razones vanas, sino por quien siente verdaderamente el llamado es a ser ministro de Dios. Antiguamente muchos hermanos sentían el llamado a ser verdaderos ministros, hoy si hacemos una encuesta entre los adultos jóvenes (que tiene buenos trabajos y/o estudios) ¿Quién quiere ser ministro en las actuales condiciones ofrecidas por la institucionalidad IEP? (sistema jerárquico inflexible, sistema con altas cuotas de amiguismo y corrupción, autonomía pastoral coartada por "doctrina oficial", etc.). La respuesta positiva entre este grupo a favor de convertirse en ministro será hoy muy baja, y esta es una realidad que no puede ser desmentida.

La estructura "parroquial" de la IEP no responde ya a la realidad del mundo desarrollado (al cual Chile está ad-portas) y al de una sociedad democrática. En las grandes zonas urbanas esta estructura eclesiástica IEP es una reliquia de un estilo social trasnochado destinado a conservarse en una Iglesia-museo. Mas aún, nuestro mundo actual frecuentemente acelera los continuos cambios de las estructuras sociales en cuyo contexto la Iglesia debe realizar las funciones que le son propias. Para presentar con mayor claridad esta tensión entre una herencia estructural y una tarea contemporánea centraremos nuestra atención en la naturaleza y función del ministerio, el complicado canal a través del cual la Iglesia llega al mundo. De esta manera tal vez, podremos entrever la Iglesia del mañana.

Se hace evidente que los conceptos básicos y aceptados del ministerio dentro de la Iglesia, son hoy inadecuados. En nuestra opinión la iglesia no necesita el número actual de "ministros" empleados a tiempo completo que trabajan en su estructura operacional. Es mas, la situación sugiere la necesidad de un profundo
replanteamiento de los elementos que hacen posible la idea, comúnmente aceptada, del pastor que no "trabaja en el mundo", sino que solamente "se le paga" para ser pastor y vivir en la "casa pastoral"

Para entender nuestra tesis, es necesario reexaminar las relaciones que existen entre ministerio como pretendido "sacramento" u orden (al estilo católico-romano) y luego repensarlo como "personal" (recurso humano) de la IEP a tiempo completo; entre ministerio pastoral y funciones administrativas; entre ministerio y formación teológica.

Actualmente se supone que la mayor parte de las tareas ministeriales de la Iglesia, si no es que todas, tienen
que ser efectuadas por "pastores-curas" (como católicos), es decir, ministros empleados a tiempo completo y a sueldo (esto es pagados, con dineros del diezmo y ofrendas, o sea remunerados por su oficio de ministro). Estos "pastores-curas" normalmente en casi todos los casos de la IEP, no son gente egresados de seminarios teológicos, sino gente nombrada por otro "pastor-cura" que juzga la oportunidad de "presentarlo" ante la institución como "obrero aprobado" para transformarse en un nuevo "pastor-cura".

Estos últimos, luego de pasar por un comisión examinadora,  y si aceptan el nombramiento, son destinados a las distintas "parroquias" que la IEP tiene en el país o extranjero. Por supuesto implícitamente aceptan obedecer a su superiores, y sobre todo al Superintendente, y son "ordenados" pastores en una ceremonia que se confunde con la ceremonia de ordenación de los católicos, esto es, pretendiendo que se adquiere un carácter sacerdotal, ajeno por supuesto a la verdadera tradición cristiana primitiva.

Dicho esto como contexto previo a nuestra propuesta, examinemos en forma separada, tres aspectos del problema para iniciar la búsqueda de nuevos caminos mas evangélicos y sociológicamente mas significativos para ejercer la función pastoral.

1° La reducción radical del número de personas que para su subsistencia dependen de la Iglesia, esto e, un iglesia sin pastores-curas.

2° El nombramiento como ministro (OJO y no la ordenación sacramental al ministerio) de personas que trabajan y se ganan su vida en cualquier actividad productiva.

3° La posibilidad de ejercer el ministerio por cierto plazo. No como una imposición de por vida.

Veamos el punto uno

1° La reducción radical del número de personas que para su subsistencia dependen de la Iglesia.
Hoy puede ser considerado como "el personal de la IEP" toda las personas que ejercen funciones remuneradas dentro de ella (entendemos por remuneración el hecho de vivir de dineros que son propios de la iglesia). A todo hermano que ejerce el oficio de pastor le es garantizada, casi automáticamente  una situación que le asegura toda una rama básica de beneficios personales que se ven acrecentados con la edad y no por la capacidad, productividad, o eficiencia en el ministerio. Su derecho al prestigio y a la influencia abarca mas de lo que un salario podría asegurarle. En las ciudades con iglesias grandes estos empleados eclesiásticos viven en cómodas casas propiedad de la Iglesia; les es asegurado un trato especial, y en muchos casos grandes ingresos sólo por haber gozado de la confianza del Superintendente de turno. Mantener la confianza de este y no su fidelidad a un servicio, aseguran su situación, reputación y nivel de vida. Su carrera depende fundamentalmente de la habilidad que demuestren para desempeñar el papel de aduladores.

Que el pastor-cura de la IEP, es gran parte de su tiempo sólo un burócrata que; cuenta monedas, realiza transacciones monetarias a la Superintendencia o a la Imprenta, realiza los pagos de los servicios básicos, se encarga de la construcción, es un verdad que todos conocemos y  pocos quieren admitir. Es por eso que la ordenación de laicos (hermanos que no sean pastores) que puedan mantenerse económicamente por si mismos, para las funciones pastorales destruiría de raíz esta burocracia y al mismo tiempo terminaría con la escasez de ministros que indudablemente afectará en el futuro.

Algunos pastores jóvenes empiezan a darse cuenta de que viven sofocados en medio de una un sistema restrictivo e inaceptable, en el cual quedan atrapados de por vida, y como han renunciado a su vida de trabajo como laico, y como no quieren renunciar a los que consideran un orden sagrado, terminan por transformarse en unos cínicos, que sabiendo que el sistema no es el adecuado, no pueden hacer nada por ellos, y así quedan en un limbo de indeterminaciones que los afecta a ellos en su fe, y a la iglesia por falta de ministros de verdad comprometidos con las labores evangélicas. Y como para asegurar su posición como pastor, se debe servir antes bien al Superintendente y la organización IEP, antes que a la hermanad, muchos ministros agotan todos sus esfuerzos en ser un buen burócrata-administrador antes que en ser un buen ministro del Señor.

Por lo mismo surge la pregunta:

¿No sera necesario qué ciertas actividades (como son las puramente administrativas) sean puestas fuera del control de la jerarquía Iglesia y que a los que ejerzan meros trabajos administrativos se les pueda despedir de estos trabajos o se les llame a competir por esos trabajos, pero bajo condiciones y control de la propia hermandad a la que sirven, y que los ministros sean hermanad que trabaja y sirve en el ministerio (como los guía de cases) y este ministro responda ante sus hermanos y no a la confianza de un Superintendente para que así se vele por el bien de la propia hermandad y no de intereses mezquinos de carácter clerical? 

La respuesta, desde luego que si, pues en el caso que continuemos con el actual sistema, nos encontraremos siempre frente al mismo problema: el pastor sirviendo a la burocracia eclesiástica de la institución antes que a las necesidades espirituales de su hermandad.

Sabemos de muchos pastores nuevos que han comenzado a plantearse: quizás necesito prepararme para vivir en el mundo seglar como todo hermano, mantenerme a mi mismo como cualquier otro hombre dentro de la seriedad, si quiero actuar como una persona adulta, y esto nos lleva a la necesaria "secularización" del ministerio, abandonar el sistema de pastores-curas y reemplazarlos por los actuales guías de clases elevados a la dignidad pastoral de diáconos, personas que trabajan pero ministran.

Una secularización radical desafía, obviamente, la existencia del actual sistema, pero asimismo animaría a los
hermanos generosos imaginativos a la búsqueda por propia cuenta de servir en el ministerio sin amarras de dineros y/o puestos, dejando atrás la anacrónica y clerical estructura eclesiástica al estilo católico. Esto da miedo, tanto a los presbíteros burocráticos "cuenta monedas", corno a los diáconos de la misma costumbre, pero será el primer paso hacia tener ministros comprometidos realmente con sus hermandades y no con la corporación (y a los hombres que la dirigen) que en definitiva hoy es su patrón.



2° El nombramiento como ministro (OJO y no la ordenación sacramental al ministerio) de personas que trabajan y se ganan su vida en cualquier actividad productiva.


La reducción radical de pastores que viven de la iglesia, y su remplazo por hermanos que trabajan y sirven en el ministerio, nos debe llevar por el camino de constituir una genuina iglesia sin pastores curas.

Esto sería así. Un hermano "laico" adulto, que cumpla con todos los requisitos bíblicos para ser diacono, debería ser nombrado como tal, y si cuenta con el apoyo de los ancianos de una iglesia local, y los hermanos en plena comunión, debería cual pastor-guía de clases, presidir en el amor cristiano la comunidad de hermanos y ejercer el ministerio dentro de su tiempo libre.

La "diaconia" sería la unidad institucional primaria de la Iglesia, suplantando a la iglesia estilo parroquia que hoy tenemos. Su base debe ser el local, o a falta de este la casa de los hermanos, mas bien que el templo (estilo catedral que hoy se acostumbra). La reunión debe ser el encuentro periódico de hermanos-amigos en la fe que reemplace a la asamblea dominical de extraños reunidos en un gran y frío templo. Un contador, un obrero, un profesor, un jubilado; todos capaces de sostenerse económicamente por si mismos, serán los que presidirían estos encuentros mas bien que un burócrata o un funcionario empleado de la iglesia.

El diacono será un hombre maduro en sabiduría cristiana adquirida a lo largo de su vida en el seno de una
comunidad intima de fe con sus hermanos, y no un pastor forrado con doctrinas y prejuicios de dudosa base bíblica alentadas como un cuerpo de tradiciones ajena a la realidad de cada grupo de hermanos.

El trabajo propio, sin tener que vivir de diezmos u ofrendas, el mantener con su propio trabajo su familia y la educación de sus hijos le darán la capacidad de liderato responsable, como asimismo la necesidad de "colaborar" en un plano de igualdad con sus ancianos y hermanos en plena comunión.

El hermano que preside, el diacono así entendido podrá bautizar, dar la cena, bendecir matrimonios. Nosotros los evangélicos no entendemos los sacramentos como cuestiones privativas de una cargo eclesiástico como si lo entienden los católicos, por lo cual debe ser eliminada ese pretendido derecho de los presbíteros de ser los únicos que pueden dar la cena del Señor.

Este pastor, ganándose su vida, puede ser no necesariamente único. En las iglesias grandes, sería deseable la existencia de más de un ministro diacono, para que juntos, en comunión con los ancianos y la hermanad en plena comunión administren la iglesia.


Y que pasaría respecto de los actuales pastores presbíteros. Pensamos que deberían seguir existiendo, pero como asamblea de diáconos ancianos jubilados de sus trabajos seculares, así liberados de su trabajo, podrán estar dedicados al 100% a velar por el apego a la doctrina bíblica por parte del nuevo pastorado de la iglesia, y velar por la administración de la iglesia como corporación, administración que debe ser integrada por hermanos funcionarios no pastorales con conocimientos de administración y ligados sólo por un contrato de trabajo en esta función, que lleguen previo concurso a obtener el puesto, y que bajo estrictas normas de transparencia en los manejos del patrimonio y de todos los estados financieros trabajen por el bien de la corporación.  

En todo caso, la nueva IEP así concebida no manejaría tanto dinero, pues el hombre digno del ministerio se sostendría con su trabajo y no por su carrera salamera a una jerarquía preestablecida.

El cambio parece radical, pero es necesario, hoy la Iglesia está despierta. así como los reyes, las coronas y los báculos ya no tienen sentido. Los hombres ya no están sujetos a soberanos ni se deben dejan conducir como borregos por un pastor-cura.

3° La posibilidad de ejercer el ministerio por cierto plazo. No como una imposición de por vida.

El tercer punto será breve, y es la lógica consecuencia de todo lo antes dicho.

El nuevo diacono, no será el viejo pastor ordenado al estilo católico (sí, porque para la iglesia católica el sacerdocio es un orden y un sacramento, una condición indeleble, eso no existe ni en la Biblia y es ajeno a la tradición evangélica) para toda la vida, sino que sus funciones serán ejercidas en tanto pueda dedicar tiempo al ministerio, y esto le sea llevadero. Si el nuevo diacono desea pasar un tiempo nuevamente sentado en la banca, siempre habrá un hermano de buena voluntad y amor al ministerio de pastorear a la graéy que tome su lugar. No debe haber drama en esto. Es deseable, el cambio en los liderazgos, el tomarse un tiempo, para luego volver a ejercer la función. 

Lo importante, es que el ministro, pueda y quiera hacer de tal, como la misma palabra lo dice, esto es ejerciendo un "ministerio", un ministerio de amor y por amor, a Cristo y a las almas. 

Grupo EDITORES


Agradecemos sus comentarios.

EL DESEO DE ESTE GRUPO EDITORIAL:

QUE LA IGLESIA SEA REFORMADA CONFORME AL MOLDE DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS, Y SIN ESPACIO ALGUNO PARA LA CORRUPCIÓN ESPIRITUAL NI MATERIAL.

Revista Observatorio IEP

Revista Observatorio IEP
Fe y razón